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Aproximación al arte precolombino – Parte IV por Francisco Iriarte Brenner
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Área de Derecho Constitucional

Última actualización: 20 - 06 - 2015

Nos dice Ramírez Macip que: “… Durante milenios, el arte fue un lenguaje social popular en la medida que contenía un mensaje (religioso, por ejemplo), que debía ser entendido por todos los miembros de la comunidad… por lo tanto estas manifestaciones tenían que expresarse de tal manera que fueran inteligibles al lenguaje simbólico del grupo social, que a su vez estaba determinado histórica y culturalmente… Las manifestaciones artísticas se encuentran condicionadas por el tipo

Nos dice Ramírez Macip que: “… Durante milenios, el arte fue un lenguaje social popular en la medida que contenía un mensaje (religioso, por ejemplo), que debía ser entendido por todos los miembros de la comunidad… por lo tanto estas manifestaciones tenían que expresarse de tal manera que fueran inteligibles al lenguaje simbólico del grupo social, que a su vez estaba determinado histórica y culturalmente… Las manifestaciones artísticas se encuentran condicionadas por el tipo de sociedad que les rodea, pero la obra de arte nutrida de los sentimientos, ideales y aspiraciones de una comunidad determinada sigue teniendo valor, aunque ésta haya desaparecido. Es necesario entonces advertir que la acción de los factores económico-sociales condicionantes no se ejerce directamente, sino a través de una tupida trama de eslabones intermediarios. El arte no puede explicarse por sí mismo, ni por la reducción a la sociedad, ya que involucra ambos planos. El quehacer artístico es un trabajo concreto y satisface la necesidad humana de expresión, comunicación, afirmación. Como trabajo concreto, tiene un carácter específico que obedece a las peculiaridades del momento histórico en que es producido, pero en la danza encontramos una variante, es un arte para ser vivido en todo el pueblo, una manifestación que representa y sintetiza muchas cosas del grupo social que la ejecuta. Si bien es cierto que en muchas ocasiones rituales la danza estará presente, también lo es que, en otras ocasiones, es un  medio de esparcimiento, convivencia y expresión de diversos componentes culturales.”

 

Es evidente que las teorías psicológicas del arte, presentan aparentemente al menos, una cierta ventaja sobre las tesis metafísicas de este campo, pues no tienen para qué ofrecer una teoría general de la belleza, tema de debates interminables; es claro –como ya lo hemos sostenido anteriormente-, que si bien todos los pueblos tienen un concepto de la belleza como tal, este concepto no es idéntico en todos los lugares y en todos los tiempos, y para todos los seres humanos por igual. El análisis psicológico en este caso, entonces, está referido básicamente al intento de determinar qué clase de fenómenos son los estéticos, y a qué tipo de fenómenos pertenece nuestra propia experiencia con la belleza.

 

La obra de arte proporciona, evidentemente placer, el más profundo, intenso y duradero que puede tener la naturaleza humana, pero el placer es sin duda, un dato inmediato de nuestra experiencia, y su sentido se hace ambiguo si lo vemos desde el ángulo psicológico, pues el término se extiende sobre diversos fenómenos -bastante heterogéneos por cierto- y los sistemas del hedonismo ético y estético han propendido a suprimir las diferencias específicas.

 

De otro lado, sabemos bien que nuestra demanda interior de entretenimiento puede ser satisfecha por otros medios, muchas veces con mejores resultados, si se quiere más baratos y más fáciles de manejar incluso. Si el arte es goce, entonces, no es el goce de las cosas por sí mismas, sino por la forma en que se nos presentan. Debe comprenderse que, ciertamente, en la vida diaria, a través de la estética experimentamos una transformación radical, pues el placer mismo se convierte en función, ya que el artista no reacciona simplemente ante las impresiones sensibles, o las reproduce, pues su actividad no está limitada a recibir o registrar esas impresiones de las cosas exteriores. Un pintor o un músico no se caracterizan por su sensibilidad a los colores, o a los sonidos, sino fundamentalmente por su poder para extraer de los materiales que maneja, aparentemente estáticos, una dinámica de formas. El mundo físico no es entonces -en el campo de lo estético-, un mero paquete de datos sensibles, ni el del arte, por su lado, es un simple haz de sentimientos y emociones.

 

En el análisis estético podemos distinguir tres clases de imaginación: a) el poder inventivo, b) el poder personificador, y c) el poder de producir puras formas sensibles; lo que ha llevado a algunos a intentar considerar al arte como un juego,  afirmación que resulta siendo, al fin y al cabo -y no solo a nuestro criterio-, una real exageración. Los juegos tienen, en el fondo, una función educadora o formadora, a través de actos divertidos para quien los ejecuta, mientras que la obra artística como tal, no presenta necesariamente, ni diversión ni busca la preparación del autor o del espectador para su mejor desempeño en el futuro, aunque pueda ser empleada dentro del área educativa propiamente dicha. Tampoco podemos hablar del arte como algo extrahumano o sobrehumano, superorgánico, sin perder de vista su evidente poder constructivo en nuestro propio universo humano. Toda obra de arte tiene, sin duda, una estructura intuitiva, y ello significa que posee un carácter de racionalidad, aunque por cierto, puede infringir las leyes de la racionalidad de las cosas o de los acontecimientos, desde un punto de vista estrictamente cientificista, pero lo cierto es que posee su propia racionalidad: la de la forma. El arte nos proporciona en consecuencia, un orden en la aprensión de las apariencias visibles, tangibles, audibles, pudiendo ser definido como un lenguaje simbólico, ya que mientras vivimos en el mundo de las impresiones sensibles, solo tocamos la superficie de la realidad; existe entonces, una profundidad conceptual y visual, que tan solo pueden proporcionarla –así lo creemos-, la ciencia y el arte.

 

En la experiencia diaria, solemos conectar los fenómenos en categorías de causalidad o finalidad, mientras que el arte nos enseña más bien, a visualizar e internalizar, proporcionándonos una imagen más rica, más vívida y colorida de la realidad, y una visión más profunda de la estructura formal de las cosas que nos rodean. Podemos considerar al arte, entonces,  como una técnica para expresar un pensamiento plástico, que pertenece a la vez, al dominio de la acción y al de la imaginación. Por ello resulta que el arte es en la práctica, un lenguaje que se vincula necesariamente con la psicología del conocimiento. De otro lado, debemos considerar que todo arte nace, sin duda,  en un momento dado de tiempo, pero concluye por situarse fuera de ese tiempo, convirtiéndose así en una ucronía.

Francisco Iriarte Brenner
División de Patrimonio Cultural

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